Margarito Escudero
Justo en el mes de la Patria se pone a prueba la calidad de
los ciudadanos mexicanos. Y no queda ninguna duda de que somos un pueblo solidario
en los momentos en que se necesita.
Dos huracanes azotaron tierras veracruzanas dejando
destrucción a su paso por el norte de la entidad, un terremoto dejó desolación y
tristeza en Oaxaca, Chiapas y Veracruz, aunque los medios no les den
importancia a las familias afectadas en Minatitlán y Coatzacoalcos.
Antes de que el auxilio oficial llegara a las zonas
afectadas, la gente, el pueblo ya se encontraba ayudando en la medida de sus
posibilidades.
El tiempo pasa y los efectos de la tragedia se acentúan, la
desesperación cunde y se muestra una vez más que las autoridades no están
preparadas para atender un conflicto de esta naturaleza.
El tiempo pasa y las autoridades no alcanzan a entender que los números nada tienen que ver cuando hay personas lastimadas, niños que se quedaron solos, ancianos y discapacitados que requieren del apoyo inmediato. Si el señor autoridad sale a informar que se han entregado un determinado número de lo que sea, despensas, blocks, colchonetas, no estará cumpliendo con su deber si hay una sola familia que no haya recibido ayuda.
En esta maldita tragedia, el pueblo se da cuenta que no
necesita del gobierno para salvarse, que los funcionarios llegan a sacar raja
del dolor de la gente para aparecer como los salvadores, cuando lo único que
logran en sembrar divisionismo y desconfianza.
Cada vez más los políticos muestran su verdadero rostro, su
verdadero interés.
Ante esa situación, ya surgieron voces que piden que, si de
verdad están preocupados por el dolor de los afectados, que se descuenten días
de su salario, que se tome parte del subsidio a partidos políticos y que esos
recursos sean destinados al proceso de reconstrucción de todas las áreas
destruidas.
Pero eso no lo hacen. Sólo se les ocurre apelar a la
solidaridad del pueblo mexicano, abriendo centros de acopio, cuentas bancarias
con el pretexto de que lo recopilado será para damnificados.
Sin embargo, ahora la gente ya no confía en la vía oficial,
quedó de manifiesto que muchos ciudadanos prefirieron llevar personalmente la
ayuda hasta el lugar de la tragedia.
En Coatzacoalcos y Minatitlán, donde vive una gran comunidad
oaxaqueña, precisamente del Istmo de Tehuantepec, muchas personas se
organizaron, algunos ofrecieron sus vehículos para transportar todo lo que
pudieron recolectar.
En estos casos ninguna ayuda sobra, son muchos los lugares
que necesitan atención, pero en ese afán de muchos políticos por ganar
reflectores, están impidiendo el paso de
los vehículos cargados con ayuda. Les piden que la entreguen a la autoridad que
se encargará de distribuirla.
Pero la desconfianza cunde. En Juchitán, en medio de su
desesperación, los afectados por el terremoto señalan a la presidente municipal
de no distribuir la ayuda equitativamente, que hay muchos lugares perdidos en
la ciudad a donde nadie se ha hecho presente para ayudar. Pueblos enteros están
en el abandono, donde sus pobladores deben rascarse con sus propias uñas.
Ahora queda claro que no estamos lo suficientemente
preparados para enfrentar contingencias como las que ahora se inauguran, terremotos
y huracanes al mismo tiempo.
Es necesario destacar que dos días después del terremoto que
tuvo su epicentro en Pijijiapan, Chiapas, tembló nuevamente con origen en Salina
Cruz, Oaxaca.
Desde hace más de 30 años se dio la voz de alerta, huracanes
cada vez más fuertes, terremotos cada vez más intensos; es decir, desastres
cada vez más trágicos y aún no lo hemos entendido del todo.
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