Margarito Escudero Luis
Cuando Porfirio Díaz asumió el poder en la República
Mexicana, comenzó una era de prosperidad para la nación, como nunca antes se
había visto, desde que México se convirtió en país.
La modernización llegó y con ello su inserción en el
contexto internacional.
Todo bien, jauja para la sociedad mexicana, el ferrocarril
irrumpió con su grito modernista, un alarde de tecnología en las postrimerías
del siglo XIX e inicios del gran siglo XX.
En ese impulso modernizador, Díaz supuso que no habría
personaje capaz de llevar las riendas de la nación por el camino que se había
trazado.
De cuna humilde, de aguerrido militar, de héroe nacional,
pasó a convertirse en un aristócrata afrancesado, logrando casi un porte imperial
y conectado fuertemente con la Europa de la época y prácticamente alejado de la
influencia estadounidense.
Pero algo pasó en esa trayectoria progresista. Díaz descuido
el desarrollo social, en aras de una modernización que llevó a empresas
extranjeras hacer grandes negocios con México, pero empobreciendo a los
mexicanos, la explotación de la gente llegó a extremos de esclavitud, la
pobreza y el hambre son ingredientes explosivos en el descontento popular.
Ya ningún sector de la sociedad estaba a gusto con la forma
como se conducía el gobierno porfirista, tanto los empresarios, profesionistas,
obreros y campesinos pedían a gritos un cambio en la forma de conducir al país,
situación que supieron aprovechar muy bien los gobiernos de Estados Unidos.
Luego de una intensa lucha política con el objetivo de
lograr la salida del gobierno de Porfirio Díaz y bajo el lema de “Sufragio
efectivo, no reelección”, Francisco I. Madero ganó las elecciones de 1910,
suponiendo que de esa forma, legal y civilizada, el país lograría entrar en una nueva etapa, sin pasar por el
dolor de una guerra interna.
Pero, a pesar de la salida de Díaz del gobierno, de un
presidente legítimamente electo por el pueblo, los grandes intereses
económicos, tanto nacionales como extranjeros, querían su parte y se esforzaron
por mantener al país desestabilizado.
Y comenzó la revuelta, la bola, la revolución, guerra civil
que dejó millones de muertos mexicanos, quienes buscaban mejorar sus
condiciones de vida, ante un país destrozado y una economía inexistente.
Se generaron pugnas internas entre los líderes
revolucionarios, que se fueron matando entre sí, hasta que Plutarco Elías
Calles logró un magro equilibrio que permitió dar salidas políticas a los
conflictos cotidianos.
NACE EL PRI
Finalmente la bola “degeneró” en un gobierno que le dio un
nuevo impulso al país. Comenzaron a surgir las instituciones que hasta hoy
conocemos.
De esos ajuste políticos nació el Partido Revolucionario
Institucional, el PRI, partido de Estado que se ha mantenido en el poder más
tiempo que envidiaría el mismo Porfirio Díaz.
La segunda mitad del Siglo XX fue de grandes progresos para
México, “la Revolución se bajó del caballo” y arrancó la era de los presidentes
y políticos civiles.
Luego de 80 años en el poder, el PRI comenzó a perder el
rumbo nacionalista que la Revolución le inyectó, como Porfirio Díaz, el
presidencialismo alcanzó un nivel imperial, pero en lugar de afrancesarse, los
políticos priistas “se agringaron”, implementando programas dictados desde Estados
Unidos, dejando atrás el revolucionario avance nacional, que permitió a los
mexicanos alcanzar niveles de vida decentes y con oportunidades.
80 años de priismo son muchos, México vive hoy una de sus
peores crisis de la era moderna, con políticos
que piensan en inglés, con privilegios exorbitantes, mientras el resto
de la sociedad empobrece.
Desdelos órganos creados para mantener el nivel de vida de
los mexicanos, como las cámaras de diputados y senadores, dan golpe tras golpe
a la economía nacional, tumbando cada uno de los logros sociales que costaron
muchos años de lucha, mientras ellos se enriquecen brutalmente, las conquistas
sindicales han ido desapareciendo paulatinamente, las instituciones que dieron
estabilidad a la nación, están al borde de la quiebra por el abandono oficial;
es decir, están desmantelando todo logro revolucionario, causado por la caída
de Porfirio Díaz
REPETIMOS LA HISTORIA
Los empresarios mexicanos, que soñaban convertirse en
grandes magnates, se quedaron como el chinito y ahora, ante esta debacle
nacional, se suman al Madero actual, el loco que pretendió quitarle el poder a
Porfirio Díaz a través de un proceso electoral.
Hoy, arrancando la segunda década del Siglo XXI, México
repite la historia, casi en los mismos términos, las condiciones de pobreza son
alarmantes, el campo abandonado, abandonadas las riquezas naturales que durante
el pos porfiriato dieron al país un gran renombre en el concierto
internacional.
Abandonado el nacionalismo, abandonadas la educación, la
salud de los mexicanos, los empleos, la industria; desmantelado Pemex, uno de
los últimos logros revolucionarios y sumida la sociedad en un proceso de
corrupción sin parangón, nuevamente los grandes intereses extranjeros y
nacionales pretenden quedarse con el debilitado país.
Los empresarios mexicanos, que soñaban convertirse en grandes magnates, se quedaron como el chinito y ahora, ante esta debacle nacional, se suman al Madero actual, el loco que pretendió quitarle el poder a Porfirio Díaz a través de un proceso electoral.
A todo eso, debe sumarse la enorme cantidad de muertos que
provocó un falso combate a la delincuencia organizada, puesto en marcha por
Felipe Calderón, que institucionalizó la etapa de shock que hasta hoy padecemos
los mexicanos.
Sin embargo, hay un grupo de políticos que aseguran que todo
puede cambiar luego de la elección presidencial de 2018, como Madero en 1910.
Como si los mencionados intereses internacionales esperaran
pacientemente que les quiten sus privilegios.
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